Buenas tardes a todos.
Tres cuartos de siglo lleva abriendo las puertas esta escuela de ciudadanía llamada Instituto Católico de Estudios Técnicos.
Sin duda, el colegio más laico de todos los religiosos y el de más humanidad de todos los institutos técnicos.
75 años ofreciendo porvenir y esperanza a la comunidad educativa de este centro, es decir, a alumnado, las familias, el profesorado y el equipo directivo.
Una gran familia que sabe lo que es trabajar duro para sacar adelante un curso, para que un niño no se pierda por los vericuetos de un contexto social difícil y complejo; unos profesores que no optaron por la vía rápida de irse a otro sitio más tranquilo o unos directores que administraban eficientemente unos pobres recursos porque sabían que "la partida extraordinaria" de ingresos de 30.000 pesetas por hijo que estudiaba, como ocurría en colegios de más arriba, no entraba en los presupuestos de ningún padre.
La materia prima con la que han trabajado los profesores y el equipo directivo durante este tiempo ha sido de composición noble pero con tendencia maleable.
Los apellidos ilustres, los niños de época, las sagas que ocupaban los primeros escalafones en laso orlas nunca han estado aquí.
Estaban reservados para mejores destinos.
Esta es la historia de un colegio que estaba en otro bando, tenía otra misión. Quizás una misión pedagógica.
Me llama la atención que en su origen fuera una "Escuela de Cine". Y me llama la atención porque coincide en el tiempo con las misiones pedagógicas que puso en marcha Giner de los Rios en España.
Cultura ambulante para que los humildes pueblos analfabetos “vivieran, sintieran, vibraran” de lo más representativo de nuestra cultura.
Réplicas de cuadros, títeres de cartón y no de carne y hueso, música en partituras; las mejores letras de ese tiempo, que luego fueron las mejores “de todos los tiempos”, y también el cine, que en aquel entonces era como la tecnología del momento el Internet de hoy, y el proyector nuestro iPad. La realidad cuenta que se tomó este nombre porque esos espacios iban destinado en principio para un Cine pero yo prefiero quedarme con la ucronía, por la ficción alternativa donde los hechos “no reales” toman la siguiente forma: el interés didáctico por dar a conocer el séptimo arte de Valdelomar, Cirstóbal Simancas y Lorca contagian al padre Ciganda; que pretende convertir al Palo en centro de exhibición y formación para aquellos niños que “desconocían en absoluto el cine y el gramófono; tanto que ni siquiera sentían la curiosidad de conocerlos”.
Podemos añadir a esta ficción que como “revancha” a aquellos que sepultaron este noble intento hizo un último guiño a sus compañeros de La Barraca: fundar un colegio un 1 de mayo: el día del trabajador.
Nunca sabremos si fue integrante de este grupo, al menos físicamente; pero lo que es indudable es el quijotismo idealista de su visión: prender la llama del conocimiento a quien más lo necesitaba.
Se atrevió a que los demás se "atreviesen a saber" para no caer en el abismo.
Su labor de servicio público se destinó a los niños que no "no eran de papá ni de mamá" porque eran huérfanos; a los hijos del mar o "la mar" como diría Alberti, que tenían padres a contrato parcial (los que volvían a los meses y antes de darles un beso tenían que pagar la cuenta que la madre tenía en las pocas tiendas del barrio para que le pudiese seguir "fiando") o contratos indefinidos (los que simplemente se iban un día a buscarse la vida y en un temporal hallaban la muerte).
Puso a disposición el centro para aquellos padres que llevaban los niños al colegio para que no hubiese "más carreteras de Almería", que la única desbandada fuese la del recreo.
Desde un principio se trabajó la educación como herramienta de transformación de una sociedad que en el caso de El Palo ha tenido muchas aristas.
Y este principio rector lo ha llevado siempre con una capacidad de adaptación encomiable durante toda su andadura.
Siempre ha estado a la vanguardia de las contingencias. Recuerdo en mi caso como nos guió en la transición a un nuevo sistema basado en la democracia y como trataba a través de la vacuna de la educación salvarnos de la droga que en los años 80 y 90 mataron a muchos de nuestros vecinos.
Y puedo citar otro ejemplo más reciente de apuesta por la integración: mi hermana ha llegado a coincidir en su clase con más de 15 nacionalidades distintas.
Como ven estoy haciendo mucho hincapié en el contexto y como desde el ICET se ha querido dar respuesta y adaptarse a los tiempos nuevos de cada nuevo tiempo.
Y me fijo en esto porque vale la pena escoger el camino más difícil si lo que pretendes es que todo el mundo parta del mismo punto de partida para poder desarrollarse como ser humano, que se garantice la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación. Y no solo porque así te lo exige las leyes más altas sino por deber moral y por buena voluntad.
Igualdad, calidad y equidad. Entendemos la primera no como "tratar a todo el mundo por igual", incluso esto puede representar la mayor de las injusticias.
En el "colegio del señor" hay de todo: niños y niñas con mas capacidad y otros con menos; ambientes familiares mas proclives o que hace imposible la dedicación escolar; abandono escolar temprano porque hace falta trabajar para llevar un sueldo a casa. Mentes que se obsesionan con la fiebre del ladrillo, o alumnos que entiende el colegio como trampolín para un mejor futuro.
Hay un millón de circunstancias pero desde el centro educativo un solo objetivo: personalizar, como un patrón a medida, el tipo de enseñanza que precisa para intentar sacar lo mejor de cada uno, el máximo rendimiento.
Pero sin un látigo sino con amor, firmeza y escucha. Y así con todos y cada uno: sin distinción. Y a esto lo llamo yo apostar por la igualdad de oportunidades sin dejar a nadie atrás.
En este colegio también podemos hablar de calidad. Calidad humana de sobra, calidad justa de recursos. Son muchos los compañeros que durante estos 75 años pasaron de las aulas a las fábricas, a las oficinas, al departamento de programación informática; a las aulas universitarias; a las tribunas políticas, a la defensa de los derechos laborales de los ciudadanos.
Se ha formado a miles de personas con capacidad suficiente para cumplir con aquello que tenían proyectado o encomendado.
De buenos profesores, buenos alumnos.
Conozco a mucha gente que también no ha tenido tanta suerte en su vida laboral; pero incluso entre los de peor fortuna nunca han tenido malas palabras para nuestro viejo colegio.
Ahora la LOMCE quiere que se publiquen rankings de colegios. Que se pongan números a los campeones de las calificaciones y aumente el ego egoísta de padres creídos y crecidos, aprendices de catedráticos pero que se han quedado en un instituto y directores que aún viendose en la NASA la realidad los hospeda en centros educativos.
La competitividad no es hacer competir unos con otros, hay que velar por cómo formar niños más competentes en Lengua, matemáticas, física o idioma. No solo saber sino saber hacer.
Y teniendo en cuenta de donde parten: esto sí que es meritorio y no desanimar a toda comunidad educativa porque no están entre los primeros puestos.
¿Donde están los rankings en convivencia, formación en valores; de aquellos centros con una mejor media en la relación entre los factores sociales y el rendimiento?
Y vamos a la tercera pata: la equidad. Ayudar a conseguir la socialización plena a aquellos que parten de una discapacidad o una posición objetiva en desventaja.
Hablamos del hijo de Paco, muchos años compañeros en el Consejo Escolar, con una discapacidad severa pero que con el apoyo de todos era uno más, uno más de los que aprobaron sus estudios.
Lo he apuntado: ¿os imagináis que de golpe y porrazo os dice vuestros padres que tenéis que marcharos de Málaga porque no hay futuro o porque empezado una guerra?; que os marcháis a Marruecos y allí estudiaréis en un colegio musulmán donde no entendéis ni papa del idioma, y teméis que os miren de reojo y murmuren o te rechacen con algún insulto racista porque confunden ser practicante católico y ser "un integrista cristiano".
¿Os imagináis?
Llegas a ese sitio, a veces marcado por la muerte, y la gente no te mira raro sino que te apoya. Los profesores y el director hace todo lo posible para ayudarte.
Te adaptas y puedes seguir los estudios.
No estoy describiendo el paraíso pero quizás si haya sido la vida de muchos inmigrantes en el ICET.
No hay calidad si no se garantiza un alto nivel de equidad.
La escuela como espacio abierto donde predomina el respeto a los demás, los proyectos colectivos, la hermandad entre la comunidad educativa y eliminar barreras personales, de culturas y lenguas.
O al menos difuminarlas.
Un modelo de educación que se aleja del orden marcial, de la metáfora de la autoridad cuando se quiere decir autoritarismo o el poder por el poder.
Esta apuesta tiene que tener a la administración educativa de su lado y sinceramente, con conocimiento de causa, hace un esfuerzo muy importante en este contexto presupuestario por llegar, aunque no siempre lo consiga.
La apuesta por la equidad no sólo es necesaria y debe ser elogiada para quién se embarca en este empeño sino que tiene que contar con el auxilio y defensa de las instituciones públicas y privadas. Merecen “cariño” en los números de los presupuestos de la comunidad para que tengan mayores recursos económicos, mejor formación para los profesores, una oferta extraescolar suficiente y ambiciosa así como desarrollo de programas comunitarios. En centros como éste se hace inequívoca el impulso de las instituciones para poner encima de la mesa políticas activas que permitan reducir el abandono y fracaso escolar.
El ICET como una auténtica Escuela de Ciudadanía. Libertad frente a inseguridad para ser no dependientes ni dominados; aunque a veces con renglones torcidos, escribir un propio camino; iguales en dignidad frente al relativismo y la ambigüedad para no ser más que nadie pero que nadie más que uno; solidarios como acción renovada de caridad cristiana; ser éticos, incluso con estética; participación y diálogo para progresar y no caer en el relativismo para que no te frene los problemas que te llevan a la incomunicación y el aislamiento.
Dicho de otra manera: aquí no se ha defendido los derechos propios sino los intereses colectivos.
¿Y Que me enseñaron?
Que el éxito procede del saber, de la capacidad de trabajo y de la disposición a seguir aprendiendo. Aquí se esforzaron y me esforcé para aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser.
Aprendí a comprender que vivimos en una “sociedad líquida” donde hay que adaptarse, ser flexible, hay que innovar y hay que combatir la superficialidad con la profundidad, zambullirte en el mar de las circunstancias.
Aprendí de todos: de mi catedrático de párvulos, Don Antonio Moreno Quesada. Lo admiré como mi niño admira a hoy a Kevin Gameiro o a José Antonio Reyes. Ha salido sevillista ….
De mi señorita Mari Carmen: aquella que me dió mi primer carné de identidad.
Me explico: decía el Nóbel malagueño Vicente Alexandre que “uno es de donde le enseñan a escribir”.
Ella es el abcedario de todas mis notas de prensa.
Ana Pilar Roa: no sé cuantos años ha pasado en el colegio pero viví contigo tus primeros segundos en el centro, tus primeros meses en el barrio y los primeros años de tus pequeños. Aún recuerdo como intenté ponerle a tu niño unos patucos; desastrozo.
Gracias a Dios, ahora tengo dos pequeños maravillosos y uno que viene de camino (si no viene esta noche) para poder prácticar y aprobar ese examen.
Don Domingo Gámez: persona que convirtió el “Imagine” de Jhon Lennon en la Novena Sinfonía de mi vida. Mi profesor favorito, mejorando los presentes.
Don Francisco Cabrera: un auténtico adelantado.
Ahora lo valoro como una persona que rompió con moldes tradicionales en la forma de dar de clases, evaluar, y como alguien que se preocupó por temas absolutamente tabús para la época como la orientación sexual.
Antonio Jiménez. Mi primer contacto con la geografía y el socialismo … Si alguien me busca en google sólo encontrará un resultado: Andrés Mellado Segado. Jefe de Prensa PSOE Alhaurín el Grande. Hablamos del siglo pasado …
Francisco Bonachela. Una buena persona un tanto incomprendida entre los alumnos. Lástima que la empatía con él solo llegara con el terrible accidente de su mujer.
A mí me supuso un gran impacto, fue como mi primer encuentro con la crueldad del destino.
En la EGB, yo también fui a la EGB, me dieron forma. En Secundaria y Bachillerato me pulieron. Aquí tengo recuerdos y enseñanzas de todos mis profesores.
Todos los profesores han sido personas especiales e imprescindibles para mí.
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María José (nos enseñó a amar la música y la lengua de la ilustración); Pepe Sánchez (su rigor en sus enseñanzas y pulcritud en sus piezas lo intento llevar al periodismo);
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Rosa (con ella aplico matemáticas aplicadas a la vida y a mi vida);
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Matías (nos dijo que economía se aprendía leyendo los periódicos todos los días; de él me quedé con la responsabilidad social del periodismo);
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Humberto (religión, ética y Calaña); Fernando Gutiérrez (la ironía cartesiana);
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Loli (suspendí estadística, aprendí a aprender de los errores);
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Pepe Lupiañez (una persona íntegra que siempre dio voz y voto a los estudiantes.
Nunca he pertenecido a ningún Consejo de Administración pero sí llevo con orgullo ser parte activa de tu Consejo Escolar).
Permitidme que siga haciendo paradas en personas, episodios en los que este colegio transformó mi vida; mi vida en los momentos más determinantes; mi vida que podría ser la de cualquiera de vosotros.
Don Fernando Martínez. Sacó punta, afiló, mi afán de superación y sus clases de filosofía abonaron mi pensamiento crítico.
Sacar la máxima nota en su asignatura me daba visa para un sueño: casi alcanzar su nivel de exigencia me permitía saber que si me proponía algo, eso algo podría hacerse posible.
Otros tuvieron a su “viejo profesor”, yo tuve a Don Fernando.
Nos hizo trabajar en grupo, poner en común nuestros pensamientos. En esas cuatro mesas juntas se terminó de sellar para siempre la amistad vital e intelectual con mis hermanos Edu, Juan Antonio y Nacho (por orden alfabético, aquí tampoco hay ranking; los estimo como se quiere a los niños de uno: a todos por igual).
En esas “cuatro esquinas” intenté buscar respuestas a las preguntas “del saber”.
En muchas las hallé pero de entre todas mis dudas filosóficas siempre queda UNA. “En Filosofía son más importantes las preguntas que las respuestas”.
La pregunta como herramienta de cambio. Ese es el secreto del periodismo.
Y buscando como articular las cuestiones y obtener las respuestas llevo 12 años dedicándome al periodismo institucional.
Tres Presidentes de la Junta de Andalucía, seis consejeros de la Junta de Andalucía, ejercer en 9 consejerías distintas como el Jefe de Prensa que empezó más joven y uno de los que más tiempo lleva su desempeñando su responsabilidad; después de escuchar “a un metro” las reflexiones con Francisco Ayala, almorzar junto a Gabriel García Márquez y con Mayor Zaragoza; presenciar como colocaban la toga a Paco de Lucía en la Universidad de Algeciras o cómo lloraban de emoción en una pedanía entera en La Iruela (Jaén) los más ancianos del lugar porque tras siglos de olvido por fin se abría una iblioteca para las generaciones futuras …
Después de todo y afortunadamente mucho más: todavía me despierto cada mañana con la misma ilusión por dar sentido a esa frase que Don Fernando nos mandó a interpretar.
Paco Porcel. Mi gran compañero de viaje en los territorios de la educación han sido Mozart y el Flamenco.
Todas las tardes eran 4 horas en horario ordinario y muchas más en horario extraordinario (aprendimos a levantarnos a las 4 o 5 de la mañana a repasar); esa era el tiempo que dedicábamos a sacar el curso para adelante: horas para trabajos, horas para actividades y horas memoria omprensiva. Aquí sólo cabía la máxima de Luis Aragonés: Estudiar, estudiar y estudiar.
Y en este mandato siempre estaban “La Flauta Mágica” de Mozart y la historia del Flamenco. Voces, quejíos, fiestas, guitarras, palmeros acompasaban a bolígrafos que ensuciaban la mesa camilla, cientos de folios y esquemas, libros abiertos subrayados y un desorden más ordenado que el propio universo.
Una perra que no hacía ruido para saludarme en la madrugada y un abuelo que al “estruendoso” ruido que se “forma” al encender la luz rompía definitivamente el ruido de la noche con mi recordado: “Dolores el niño ya está levantao”.
Y en esa compás flamenco siempre estaban Camarón y Paco de Lucía. Y con Paco Porcel creo que nos ha pasado como a estos monstruos: el guitarrista quería cantar como José Monge y Camarón tocar la guitarra como el niño Lucía, la portuguesa.
Igual que a mí me gustaría ser el profesor que es Paco Porcel y a él, aunque ahora lo niegue, ejercer su pasión por el periodismo.
En la duda sobre si hacer periodismo o económicas aplicó la lógica kantiana:
Andrés tu haz lo que quieras pero si tienes nota alta para estudiar ciencias de la información, ya habrá tiempo para la otro”.
Eso y que me inoculó el veneno de “hacer preguntas” en la Revista “RaICET”, en el programa de Radio ICET sobre salud, con el Dr. Francisco Barba, y la maravillosa asignatura de “Información y Comunicación”. Su “Historia y geografía” me situó en el mapa de la actualidad. Además fue espejo para comprender que todo en la vida no es fácil.
Antes de profesor trabajó duro en la construcción y cuando supe que mi destino pasaba por estudiar en Madrid, para hacer una Master en comunicación empresarial, también tomé el “tajo” como atajo para un futuro mejor.
Paco en mi quehacer diario también es un “hacho” en medio del mar.
Y Paco Luis. Lo es todo para mí. Es mi traje a medida: templanza, pasión por la transmisión del conocimiento y la empatía para construir como modo de interacción.
Además de considerarme a “grosso modo” Paulista, aunque el Papa Francisco y su visión de la institución eclesiástica me tienta, me considero sin albergar duda en mí: “PacoLuista”.
Creo que en este hombre como ejemplo para la formación de mis hijos y también para mi modesto ascender autodidacta en la espiral del saber.
Su magisterio como ejemplo.
Su oratoria como palabra dada.
Ha sido generoso poner su sabiduría e inteligencia al servicio de una causa común llamada SAFA- ICET. En el aula de la primera planta del edificio “de los mayores” al fondo y a la derecha se abría todos los días “La Academia de la Historia y la Sociología”.
Desde la nada del Big-Band hasta todo el horror del siglo XX.
La señorita María Carmen me abrió el camino de las letras; Paco Porcel, la vocación del periodismo; Don Fernando la pregunta como herramienta; Paco Luis: el discurso.
Igualdad, fraternidad y legalidad. Mis ideas de izquierda y progreso. Un pastor obrero de la educación que despertó en mí la inquietud por aprender, la impaciencia por ayudar no a ser mejor sino a ser mejores.
Desde ahí hasta ahora, también en compañía de maestros. No podía ser de otra manera: mis “jefes” han sido todos maestros: el carismático Paulino Plata, el “todo campista” Isaías Pérez Saldaña, Rosa Torres (o lo que es lo mismo: Marisa Bustinduy), para mí una especie de ciborg entre la señorita Mari Carmen y Paco Luis que me enseñó que no hay política sin ética, corazón y maneras dulces.
Y Luciano Alonso (o lo que es lo mismo: Paco Triguero), persona leal de extraordinario compromiso, con una capacidad de trabajo a veces increíble; que mira con una visión política donde pocos alcanzan y tiene un “olfato” que siempre detecta matices donde potenciar la igualdad de oportunidades y reducir barreras. Le gusta y profesa la palabra “equipo”.
Así es Luciano “Aragonés”, o el “Sabio de Palomero”.
De ellos también aprendí, e intenté esforzarme por una sociedad más justa y donde nadie quedará atrás en el campo, la cultura, la educación, el comercio y el deporte. No sé si lo habremos conseguido pero voluntad política y horas de trabajo no han faltado.
No sé cuantas vueltas al mundo se pueden dar recorriendo Andalucía y parte del extranjero... Creánme que en estos 11 años han sido cientos de miles, algún millón de kilómetros.
Pero siempre partía de un mismo punto: el colegio de la playa, la antigua Escuela de Cine.
Este centro también es centro de mi eterno retorno: lo que fui, fui. Todo ha ocurrido ya y todo tiene que volver a ocurrir.
Así busco respuestas a los problemas diarios del trabajo; a los desafíos institucionales y políticos; a las diatribas personales …
Todo partiendo desde un mismo sitio: donde me encuentro hoy con la ayuda de la brisa y el mar que tenemos enfrente.
Este colegio de la SAFA no es una jábega de ojos desafiantes sino la fuerza de sus remeros; no son los artes de pesca con los que este barrio se ha ganado la vida sino quién enseña a manejar esas redes para faenar en el mar del porvenir.
Es tralla y torno.
Tralla porque ayudar a “tirar del copo” para arrastrar toda una ciudadanía a una sociedad más cívica y ética.
Torno porque lleva 75 años ayudando a que arriben a tierra miles y miles de paleños y familias a que no se pierdan en el mar de la desesperanza como “boyas a la deriva”, a que el porvenir de todo este pequeño pueblo de El Palo no se quedara varado en tierra, fuera de parales; o lo que es lo mismo perdidos en el desierto de la playa con tanto mar de sabiduría, teórica y práctica, por descubrir.
Larga Vida al ICET.