HOMENAJE A ANTONIO RODRÍGUEZ SORIA |
Buenos días, un saludo a la Dirección del ICET, por su participación en este acto, a todos los compañeros, miembros de la Asociación de Antiguos alumnos, amigos, familiares y paleños.
Es para mí una satisfacción iniciar con unas sencillas palabras cargadas de afecto, y no menos llenas de agradecimiento a un hombre que sabe transmitir a los que le rodean los valores humanos y morales que aprendió durante su estancia y formación en el ICET, hoy SAFA-ICET, por eso el Colegio y la Asociación de Antiguos Alumnos, rinde hoy homenaje a Antonio Rodríguez Soria.
Antonio ingresa en el ICET en el año 1951 y finaliza su Formación Profesional como mecánico tornero ajustador el año 1958. El año siguiente es miembro de la Asociación de Antiguos Alumnos. Por esta trayectoria, pertenece y está vinculado al Centro desde su ingreso hasta el año actual.
Sólo un homenaje se ha celebrado en los setenta años de historia del Centro y de su Asociación, al P. Antonio Ciganda, fundador del Colegio, y responsable de que hoy, Día del Antiguo Alumno, nos encontramos aquí en homenaje a Soria, como cariñosamente lo llamamos, los que compartimos el día a día de la Asociación con él.
Soy consciente de que no poseo el don de la palabra indispensable para expresar en toda su dimensión la grandeza de la personalidad de Soria. Los que hemos tenido la suerte de compartir con él los años del Colegio y de la Asociación, hemos percibido ese cúmulo de virtudes que le han acompañado y que siempre puso a disposición de los demás: su amistad, el compañerismo, la lealtad, y sobre todo, su recta honradez, que ha hecho grande su persona entre nosotros, lección que todos debemos aprender en nuestro trato con la Asociación y con los compañeros.
Todas estas grandes virtudes siempre las puso a disposición de los demás como buen practicante de la doctrina de Cristo y fiel devoto de la Santísima Virgen, nuestra madre del cielo y patrona de nuestro Centro.
Yo, personalmente como amigo, he percibido en toda su intensidad, su verdadera y sincera amistad durante los años que hemos compartido cargos en la Asociación. Siempre lo encontré a mi lado, brindándome su apoyo y colaboración. En él me he apoyado para la realización de tantos proyectos.
El sentirlo a mi lado me daba confianza y seguridad, siempre conté con él y tuve en cuenta sus consejos en la toma de decisiones.
Compañeros como él ayudan y facilitan a hacer frente a los problemas que se nos plantean y que surgen.
Ante todos vosotros hago público mi agradecimiento por su ayuda, su enseñanza de valores desarrollados en el trato diario con nuestros semejantes.
Termino recordándoos, que con estas sencillas y humildes palabras he querido transmitiros la profundidad y grandeza de la personalidad de otro gran hombre formado en el ICET, nuestro compañero y amigo D. Antonio Rodríguez Soria.
Pido un aplauso por él.